Las tragedias y altos costos de atención por efecto de las inundaciones en Colombia indican que deben adoptarse innovadores instrumentos técnicos, institucionales, informáticos, de política ambiental y de ocupación del territorio para enfrentarlas en el futuro.
Las cuantiosas inversiones necesarias para la atención posterior a eventos lamentables tales como la avalancha de Mocoa, las periódicas inundaciones en la zona urbana de Barranquilla, las del sur del Atlántico, así como las de Cali, en algunos barrios, por las crecientes del río Cauca, constituyen solo unos pocos ejemplos de la magnitud de este problema.
En el caso de B arranquilla, la impermeabilización del suelo, debido a una incorrecta urbanización y a tecnologías poco adecuadas en construcción de vías urbanas, explican, en buena parte, las inundaciones. En Mocoa, se sumaron varios fenómenos naturales en la cuenca alta de los ríos que atraviesan la ciudad a la invasión y autorización de construcciones en zonas de ronda. En la ribera del río Cauca, la invasión de la ronda y aún de las zonas de protección de jarillones construidos en las áreas marginales de Cali, explican la pérdida de vidas humanas y de morbilidad, pues no solo se trata de la corriente de agua, sino también de su calidad.
En el sur del Atlántico, se realizaron obras particulares inadecuadas para conducir riego a las fincas de los propietarios de predios, sin pensar en los riesgos a los que someterían al resto de las poblaciones ribereñas, por las crecientes de agua resultantes de aumento inusitado de caudal y de sedimentos.
En estos escenarios concurren muchos actores, causas y efectos de las situaciones de emergencia, que aumentarán por efecto del cambio climático, ya que el nivel de los ríos se elevará al arrastrar cada vez mayor volumen de sedimentos, debido, en parte, a la deforestación sin control y a prácticas agrícolas no siempre respetuosas del ambiente.
En las ciudades, cada vez más transformamos áreas verdes con capacidad alta de infiltración de aguas lluvias en zonas impermeables. De hecho, además de las vías en concreto y asfalto, se pavimentan zonas para parques y espacio público, que no cuentan con amortiguamiento de los picos de aguas lluvias.
MEJORES DECISIONES
Hemos podido revisar el trabajo en países desarrollados como Francia, donde se realiza una gestión adecuada en el manejo y control de aguas lluvias. Vale la pena destacar el trabajo de modelación para realizar predicciones hidrometereológicas y estimar, mediante modelos estadísticos, la intensidad, duración y frecuencia (IDF) de las lluvias. Y, por ejemplo, han aplicado modelos para prever el comportamiento de medios acuáticos y prevenir inundaciones.
Pero ya al mirar el caso colombiano, encontramos las siguientes necesidades y conclusiones:
*No existe información histórica suficiente y confiable para realizar predicciones más acertadas.
* Es escasa la instalación de pluviómetros, en especial en zonas más vulnerables y de mayor riesgo, con particular referencia en aéreas urbanas pobladas.
* No se aplican sistemas actualizados para medir y comunicar alertas de peligrosidad, pues las estaciones hidrológicas son escasas ante las demandas de la vulnerabilidad y los datos son recogidos en medios físicos por lo que presentan muchos errores.
* Se deben estimar los efectos del cambio climático por caudales de retorno más cortos para las escorrentías, o aguas superficiales de lluvias, que no se evaporan ni infiltran en el suelo. El aumento de lluvias cortas y abundantes en periodos de tiempo de 15 y 20 minutos, exige nuevas especificaciones para las redes de aguas lluvias, de alcantarillado o mixtas.
Ante esta realidad, el esfuerzo de las universidades se ha orientado a la modelación estadística, la que podría dar resultados más precisos si se cuenta con mejor información, tecnologías de comunicación y personal idóneo para realizar los registros.
Este debería ser el esfuerzo inmediato de instituciones nacionales, regionales, departamentales y municipales, según una eficiente categorización de cuencas y subcuencas y su impacto en el territorio y la población.
Se pone así sobre la mesa una discusión acerca de la necesidad de distribuir funciones entre el Gobierno nacional, las entidades regionales, departamentales y municipales para prevenir y planificar las intervenciones para el control de inundaciones.
Es perentorio que a nivel municipal se introduzcan nuevas tecnologías y decisiones de ordenamiento territorial y desarrollo urbanístico que introduzca entre otras, obligaciones como el aumento de la permeabilidad del suelo urbano, la ubicación de lagunas receptoras de escorrentías, la separación de redes pluviales de las redes de recolección de las aguas residuales y un nuevo dimensionamiento de las redes ante los aumentos de caudal.
Así mismo se deberán fortalecer alternativas para el control de la urbanización de rondas de ríos y quebradas, entre otras más decisiones que ameritan un debate nacional sobre responsabilidades, distribución de recursos y fundamentalmente de capacitación a los actores locales que deberán asumir nuevas responsabilidades.
Mariluz Mejía de Pumarejo
Presidenta Ejecutiva de Acodal.